viernes, 6 de marzo de 2020
Flota
Flota
Desde pequeño atravesé el mundo, llegué a un hotel donde no hablaban mi mismo
idioma, pero que sus abrazos, pellizcos, rasguños, patadas, risas y lágrimas me
hacían sentir en casa. Todos los días llegaban personas distintas: grandes, pequeñas,
gordas, flacas, altas, bajitas, morenas, blancas, criollas y de todo tipo. Todos querían
jugar conmigo, desde el más pequeño hasta el tío calvo que quería entretener a sus
sobrinos con una acrobacia que le enseñó el abuelo.
Las cosas empezaron a cambiar, el hotel ya no me necesitaba, habían cerrado la
piscina, y por cosas de la vida terminé a las orillas del mar y después conociendo su
fondo, algo muy difícil para mí. Las personas ya no me veían con esa misma alegría,
me veían con asco.
Un día alguien me agarró, y cuando creí que mi historia iba a ser como antes, empecé
a sentir un dolor profundo, fue ahí cuando descubrí que partes de mí las estaban
utilizando para reparar llantas de automóviles, me veía en todas partes, vi cómo poco
a poco me quitaban la vida, recordé todo lo que había vivido, lo feliz que era con la
gente y con el agua. Ahora lo más cerca que estaré del agua será cuando prueben si
la llanta quedó bien arreglada.
Pero yo, ¡me rehúso a ser un simple parche con estampados de colores, yo soy un
flotador! No merezco ser otra cosa, así como ustedes tienen un solo nombre, una sola
vida y un solo equipo de fútbol.
NARRADOR:
El rastro de él se perdió con el tiempo, algunos dicen que se puede ver al interior de
llantas que ahora decoran un taller mecánico a las afueras de una fábrica industrial.
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