viernes, 6 de marzo de 2020
Sin título porque esto apenas comienza
Y ahí iba borracho como casi todos los días, en las noches me arrunchaba con la
melancolía y en el día me rodeaba con personas que ni me sentían.
Vagando por la ciudad con la única compañía no más que mis fotografías, pensando si en
algún momento llegará el fin de todas mis vidas. Caminando hacia lugares a los que
siempre iba; sentándome en la misma mesa a ver por la abertura que dividía la puerta y
doña Leonildita.
Mi vida parece un tráiler de película, cambiando de una escena a otra sin sentido,
haciendo eterno el estreno, para que cuando muera se vuelva un éxito.
Estar lleno de historias no es tan bueno, aunque por lo menos así esto no es tan aburrido.
Contando momentos buenos y otros que mejor los olvido, me la pasó inventándole un
cuento de más para impresionar a los que anda por la vida inadvertidos.
Normal, es lo que dice la gente cuando en realidad no ha vivido, encerrado dentro una
pantalla todo el día se las dan de pillos, sus armas no son más que dedos en movimiento,
pero que, al momento de enfrentar y moverlos en pleno aguacero, las esconden porque
no son más que eso.
Hoy me voy a coger mi rumbo al son de un fa sostenido, a mirar por la ventana mientras
pasa un milenio y un leve pensamiento de remordimiento.
Este pecho se va a enfrentar otro mundo, porque el real se le hizo añico. Entre botellas y
un poco de humo, la vida se le fue en un disparo, no por maleante o presumido, solo por
confiar en los que decían que eran sus amigos.
Roberto Puentes
Roberto Puentes
Mi vida, se la han llevado los días
Desde que jugaba con un ladrillo en la mitad de un estacionamiento y sentí el primer
golpe, supe cómo serían el resto de los años.
Acá empieza mi relato, no desde el principio porque no recuerdo, pero sí desde el
momento que importa.
Los noventas se esfumaron, su afán por no estar más en una sociedad que anhelaba
el nuevo siglo los dejó en depresión, como a muchos. Pero tirando baldosa en un
barrio popular de Bogotá, al son de un juglar, al ritmo de la pólvora y con la famosa
desde 1913 en mano se despidió el 99’.
No sé ustedes, pero amo el olor de la mañana después de una noche caótica y el
ruido del viento acompañado de bajos sonidos de un equipo al final de la cuadra, son
el escenario perfecto para mirar hacia arriba, respirar y dejarse llevar.
Aunque haya vivido muchas de esas mañanas incluso de nuevo año, no supero la de
ese año, porque jamás volvió a suceder, jamás se sintió caótica ni tranquila, es como
si se hubiese partido la historia, como si una epidemia se apoderara de todos, de la
alegría, de las risas, de la familia, de absolutamente todo, es como si hubiésemos
querido quedarnos suspendidos en la nada.
El milenio me convirtió en esa persona que se guarda todo, que mira al mundo y
después se le olvida, que vagabundea por las calles sin sentido y que sin saberlo está
al otro lado de la ciudad sin sentido o razón.
En la persona que ríe así tenga los demonios en la espalda, el que ayuda y
acompaña, así se tenga que devolver solo a su casa. Al que se le van las horas por
confiar en personas que nunca van a llegar y que su suerte se va como el humo del
cigarrillo en invierno.
Al que le quitan tan fácil como arrancar el pétalo de una rosa, pero que aún así sigue
soñando como un niño de 5 años que siempre cree que las cosas van a estar bien,
aunque cada vez que lo diga pise caca de perro.
Y para contar rápido esta historia, me resumo en que la noche es mi fiesta, viajo de
bar en bar encontrando a la mujer que me haga suspirar; porque desde que tuve
cédula y antes, me escondía entre las luces del strover para coquetear, pero como
todo perdedor solo conseguía una pupila hacia el techo dejando sus ojos en blanco,
no por placer, sino por fastidio. Ahora soy la persona que visita mundos que nunca
van a ser suyos, que solo espera que la muerte lo venga a buscar.
Al hacer un breve recuento de una vida aburrida y vacía, me miro al espejo y no he
cambiado, sigo siendo ese personaje que no tiene nada más que contar que le gusta
el olor de la mañana después de una noche caótica.
Sabemos cuándo empieza, pero no, cuándo termina
Sabemos cuándo empieza, pero no, cuándo termina
La amistad tiene 7 letras
Como Eduardo, mi mejor amigo.
Y qué les puedo decir de esta amistad…
Así empezó:
Hacia sol, era jueves y dos parceros estaban buscando salvar la sed.
La tienda llena y una mesa vacía, nos sentamos sin conocernos y por educación:
¡Salud!
Sin saberlo ni planearlo nos encontrábamos cada jueves en la misma tienda y en la
misma mesa.
Se creó una relación de parceros.
Tanto que pasaron los días y los meses y…
Edu me estaba haciendo la llamada de emergencia. (Excusa para escaparme de una
cita)
Yo, me estaba riendo de su nuevo look.
Él me estaba haciendo escena de celos por no lo contestarle en todo el fin de
semana.
Nos reíamos juntos de las notas de voz del día anterior cada fin de semana.
Una vez hasta intentamos ser estrellas de rock.
Estuvimos
En los momentos buenos
En los malos
Y en los más o menos
Bailábamos solos en la pista de un bar
Corríamos detrás del carro antes de cada paseo, era ley esa broma.
Sin olvidar cuando obligados nos tocaba gastar la otra…
Un día acabamos la relación con Camila y Laura, porque ninguno aguantó estar sin el
otro.
Y hasta me enamoré de su hermana para no separarme de él nunca.
Desde ese día en la tienda, un jueves, buscando salvar la sed…
estuvimos siempre.
Sabemos cuándo empieza, pero no, cuándo termina.
90 años y esta amistad apenas comienza.
Poker.
Flota
Flota
Desde pequeño atravesé el mundo, llegué a un hotel donde no hablaban mi mismo
idioma, pero que sus abrazos, pellizcos, rasguños, patadas, risas y lágrimas me
hacían sentir en casa. Todos los días llegaban personas distintas: grandes, pequeñas,
gordas, flacas, altas, bajitas, morenas, blancas, criollas y de todo tipo. Todos querían
jugar conmigo, desde el más pequeño hasta el tío calvo que quería entretener a sus
sobrinos con una acrobacia que le enseñó el abuelo.
Las cosas empezaron a cambiar, el hotel ya no me necesitaba, habían cerrado la
piscina, y por cosas de la vida terminé a las orillas del mar y después conociendo su
fondo, algo muy difícil para mí. Las personas ya no me veían con esa misma alegría,
me veían con asco.
Un día alguien me agarró, y cuando creí que mi historia iba a ser como antes, empecé
a sentir un dolor profundo, fue ahí cuando descubrí que partes de mí las estaban
utilizando para reparar llantas de automóviles, me veía en todas partes, vi cómo poco
a poco me quitaban la vida, recordé todo lo que había vivido, lo feliz que era con la
gente y con el agua. Ahora lo más cerca que estaré del agua será cuando prueben si
la llanta quedó bien arreglada.
Pero yo, ¡me rehúso a ser un simple parche con estampados de colores, yo soy un
flotador! No merezco ser otra cosa, así como ustedes tienen un solo nombre, una sola
vida y un solo equipo de fútbol.
NARRADOR:
El rastro de él se perdió con el tiempo, algunos dicen que se puede ver al interior de
llantas que ahora decoran un taller mecánico a las afueras de una fábrica industrial.
Pura Caña
Pura Caña
Era el verano de 1977, yo estaba frente al mar, me daba chapuzones una y otra vez,
el sol caía y ella y yo volvíamos con la luna. Hasta que nació Peter, un niño increíble
que, si por él fuera, hubiese sido pez. Creció y mis aventuras cambiaron, íbamos a
ríos, lagunas, lagos y donde hubiese agua para seguir divirtiéndonos. Él conoció el
amor de su vida y pasé a las manos de su hijo, que, con un balde, un sombrero color
caqui con señuelos de pesca, una pantaloneta que llegaba hasta más abajo de las
rodillas y una sonrisa de oreja a oreja como comercial de crema dental, demostraba
ese amor heredado por el agua. Volvieron las aventuras, estar en lugares oscuros,
profundos, llenos de sombras e historias mágicas que llenaban mis días.
Pasó el milenio y las cosas empezaron a cambiar, ya no atrapábamos lo mismo de
siempre porque no había dónde atrapar; fue increíble como todo cambió. Un cambio
tan rápido que no volví a salir. Me tocó acomodarme a una nueva vida que nunca
esperé, a estar recostado en una esquina, cargando ya no carnada, sino siendo parte
de los que también son dejados en la entrada de una casa, era parte de una
decoración de antaño.
Nunca más volví a sentir el agua; solo cuando llegaban esas chaquetas empapadas
por la lluvia. Nunca más atrapé a esos peces grandes y fuertes que luchaban contra
todo.
Pero yo, ¡me rehúso a ser un perchero, yo soy una caña de pescar! No merezco ser
otra cosa, así como ustedes no tienen dos almas, no tienen dos corazones o dos tipos
de sangre.
NARRADOR:
Dicen que desde esa época se ve pasando de casa en casa siendo el perchero de la
familia.
Un Pacífico, pacífico
Un Pacífico, pacífico
Carlos y Felipe son dos tipos que viven en diferentes ambientes, uno vive rodeado de
naturaleza, árboles, lago y vida, vive en el Pacífico, el otro vive en un sitio muy
parecido, pero más reducido. Ninguno se imagina lo que va a pasar días siguientes.
Carlos que vive rodeado de vida, estaba pasando su día mirando y contemplando el
lago, con amigos, familia y conocidos. De repente, el cielo se nubla, sombras
empiezan a invadir el lugar, voltea a mirar y sus amigos y familia están corriendo,
desapareciendo entre los árboles, él, solo siente su instinto de salir a correr, pero en
un momento no puede creer lo que está pasando ¡está levitando!, volando o siendo
abducido, no lo sabía, pero se sentía diferente, estaba viendo el paisaje como nunca
lo había podido ver, hasta que se apagó la luz y solo quedó oscuridad.
Mientras Felipe, en un espacio más reducido pero cómodo, disfruta del día con sus
amigos. Él está ansioso pues el día del viaje había llegado, alista sus cosas y en
compañía de su mejor amigo Iván, cogen camino hacia el aeropuerto.
Carlos ha pasado días oscuros, no sabe dónde está, y solo cuando se abre un rayito
de luz es cuando recibe algún tipo de comida, se siente oprimido, su respiración se
está afectando y en medio de la oscuridad no sabe si está pisando cadáveres o
alimento.
Felipe sigue encantado, la gente de lo aerolínea es muy cordial con él y le ofrece
todas las comodidades, hasta tiene alguien pendiente de él 24 horas y eso que el
viaje tan solo dura 5.
Carlos no sabe qué está pasando con él, de pronto volvió a sentir la sensación de
volar, sentía vacíos y turbulencia, solo tenía en la cabeza que estaba muy lejos de
casa.
Por fin aterrizaron, Felipe estaba contento, se despidió de sus amigos en el avión y
emprendió su camino hacia su nuevo hogar.
Para Carlos fue su peor noche, no pudo dormir y los huesos y los músculos le dolían,
pero por fin habían llegado o eso creía, el lugar donde iban empezó a dar vueltas y
vueltas, volaban y caían, hasta que todo quedó en silenció y sin más, se abrió el cielo,
y en la oscuridad, unas manos gigantes con unos guantes de látex empezaron a
escarbar, él tratando de no cogerse se escondía más y más, hasta que lo atraparon,
una mujer lo tomó en sus manos y lo pasó a un espacio más libre.
Felipe ya había hecho amigos en Nueva York, salía regularmente a jugar y tomar el
sol, hasta que una noticia lo dejó impactado, mientras veía hacia el televisor, se dio
cuenta que alguien igualito a él estaba en la pantalla, no lo podía creer, se miró al
espejo y creyó que era él, los mismo rasgos y colores.
Carlos, empezó a pasar de mano en mano, no sabía a donde ir, hasta que después
de días y noches grises, llegó en medio de la lluvia a una casa en Nueva York, entró y
sintió el calor que tanto extrañaba, todo era confuso hasta que al fondo de la
habitación, vio su hogar, era idéntico a su hábitat, los recuerdos de amigos, familia y
conocidos llegaron en un flashback profundo, entró en el terrario, reconoció todo lo
que era, saltó y saltó de felicidad pero de pronto, cayó encima de Carlos, al verse
quedaron petrificados, eran exactamente iguales, sin más y como si se conocieron de
toda la vida, se abrazaron.
Carlos y Felipe son la mejor muestra de amistad entre ranas, ahora disfrutan de una
ciudad en compañía, y bajo los mejores cuidados.
Futuro a toda velocidad
Futuro a toda velocidad
Camilo sale con sus amigos después de una gran fiesta, su novia, su mejor amigo, y
la novia de su mejor amigo se suben a un automóvil negro brillante.
Catalina, su novia, decide pedirle prestado el celular a Camilo, que en ese mismo
momento esta metiendo las llaves en el switch. Catalina empieza a poner música y a
subir el volumen, mientras más sube el volumen, Camilo más sube la velocidad.
Todos son risas, pues con 25 años, los 4 son profesionales, tienen un futuro claro; y
aunque son jóvenes, piensan casarse.
Camilo y Catalina se miran con amor, mientras sus amigos en la parte trasera parecen
no contener la pasión y se dejan llevar por el éxtasis.
El volumen de la música a copado por completo sus oídos, los 4 van en una nave que
pasó los 88 Km/h, están a punto de llegar al futuro. Aunque ellos están solos en su
realidad, cuando el velocímetro supera los 100 km/h y el volumen está a todo timbal,
una voz baja la música y dice: “Los espero en casa, bájenle”.
Se dan cuenta que Spotify y Waze más que ambientar y decirles cuál es el camino
correcto, les recordaron que el futuro iba a más de 100km/h.
Si esto hubiese pasado, hoy no se estaría enterrando el futuro.
jueves, 5 de marzo de 2020
Con los botines puestos
Con las botas puestas
Me levanté con la amarilla puesta, de camino al trabajo solo pensaba en qué carajos
iba a pasar cuando se acabarán los 90 minutos. Solo pensaba eso y en
absolutamente nada más.
Llegó la hora y los 11 estaban parados como guerreros antes de una batalla final; los
vecinos, los enemigos, los negros, los blancos, los de arriba, los de abajo, los del sur
y todos nos convertimos en uno solo.
Rodó la pelota y la tierra del bambuco y el mapalé quedó paralizada en una sola
mirada. La camiseta no fue excusa y nos paramos como leones por su presa,
corríamos hasta las que no debíamos, pero el juez se puso la camiseta roja y empezó
a hablar en británico; nadie entendía y no porque no se supiera, sino porque parecía
que odiará a los de Necoclí y Guachené.
Una mala pasada volvía a reaparecer en nuestra roca, se infló la red y por primera vez
este país se puso de acuerdo en algo… quedar en silencio tras el disparo.
Siempre he dicho que lo más original de nosotros es la alegría y esa forma de reírnos
por la desgracia que nos pasa, es como una Pony Malta con pandebono o esa forma
de empezar una conversación con una Aguila fría. El caso, el negro más feliz y
gigante, no solo en altura de nuestra selección, se suspendió en el tiempo, espacio y
en la cancha, cabeceó como deberíamos hacerlo siempre en el sexo, duro y al piso.
Se fueron los 90'; y pasó lo que desde la mañana no sabía, Colombia podía vencer a
los ingleses y hacer historia, aunque ya la habíamos hecho. Los 15 y 15 se fueron
como si hubieran pasado tres partidos. Nos fuimos a disparar desde los 11 y cada gol
se celebraba con el alma, los abrazos de gol fueron los más fuertes que nos dimos,
todos nos unimos por un solo motivo, pensé en ese mismo momento que ojalá así
fuera todo, para cambiar el país, para votar, para unirnos contra la guerra o el hambre,
porque tenía que ser el fútbol el de amores y odios, porque el fútbol tenía que ser el
único con ese poder.
El partido termino con victoria para los ingleses, como todo el mundo lo había
predicho, solo que esta vez le demostramos a las estadísticas, que los favoritos
pueden terminar viendo el mundial desde sus casas.
Como diría mi viejo, perdimos pero con las botas puestas.
¡Salud que nos queda el Tour!
El viejo para una nueva vida
El viejo para una nueva vida
Hoy será un día en que alguna persona morirá, un bebé nacerá y las vírgenes dejarán
esa condición. La vida irá va trascendiendo de forma que no nos damos cuenta; los
momentos y los detalles se esfuman como el canto de un pájaro.
Las personas siempre quedan vivas sin importar el destino, lo digo porque él siempre
estaba en el lugar exacto cuando lo necesitaba. Un metro y ochenta centímetros de
alto, las arrugas que mostraban la lucha y a su vez la sonrisa que siempre mantenía,
su caminar pausado al ritmo del viento, su porte que mostraba estar listo y preparado
para lo que fuera, su carácter intimidador, pero que al cruzar palabras encontrabas a
un ser noble, dedicado, puntual, estricto y el mejor consejero que parió esta tierra.
Como comenzó el texto, hoy seguramente alguna persona morirá, y ese es el día al
que todos le damos la espalda, el que no queremos, el más temeroso, pero que algún
día llega. Pero es peor (a mi parecer) cuando no eres tú el que se muere.
Es la historia que se vive a diario en cualquier lugar y es increíble el giro de 180° que
transforma todo a tu alrededor. Así que todos los días empieza una nueva, con
nuevos retos, nuevos obstáculos, nuevos problemas, pero a su vez nuevas
soluciones. Todos los días se muere alguien, pero también nace una vida.
En un bar de Bogotá
En un bar de Bogotá
Llegó el viernes que todos estaban esperando, unos para juntarse y celebrar, y otros
para tener un encuentro más íntimo con su almohada. Yo soy de los que se junta a
celebrar, como dice el viejo proverbio capitalino: "la vida es para vivirla y la plata para
gastarla".
Empezamos a caminar por las calles de fiesta que existen en la ciudad, había todo
tipo de bares y para toda clase de gente. Buenos, feos, caros, lujosos, medio, bajo,
alto y hasta tienda. Ante la sospecha intermitente nos vamos hacia uno y ahí estás tú,
con esos ojos infinitos, con esa mirada prohibida que parece de contrabando; estabas
tú en un bar de Bogotá esperando a ser atrapada entre el ruido de la ciudad.
Bailábamos en la pista como si lo hubiéramos hecho mil veces, todo lo que se
cruzaba lo reventábamos a paso. No podía creer que la noche se fuera yendo
mientras danzaba contigo, mientras miles de copas y humo pasaban a nuestro
alrededor; yo estaba ahí, junto a ti, enceguecido con tu mirada, dejando el cansancio
de viernes después de trabajar durante toda una semana.
Me bastaron dos horas para encontrar todo el amor de la vida, pero tú no estabas ahí.
Yo no era tu eterno si no tu fugaz.
Lobi Wobi
Lobi Wobi
Esta es la historia que todos conocen sobre el lobo y los tres pinches cerdos. En este
cuento vamos a satanizar a los cerdos, puercos o como quieran decirles, porque
ustedes no saben el otro lado de la historia, no saben que hacían ellos y porqué uno
tenía casa de paja otro de no sé qué pinches mamadas y el otro de concreto.
Sonará a vieja chismosa, pero es verdad. Imagínense que los pinches cerdos, tenían
un negocio de venta y tráfico de aliens ¿putísimo no? pero no quiero parecer político y
meter miedo.
La verdad es que estos lindos y preciosos cerditos eran los más capos para jugar
canicas, y con tan solo 15 años eran los futuros caniqueros o como se le quiera decir,
mejores pagos del mundo. - Aclaremos que el cerdo de la casa de paja no le iba a tan
bien como al resto.
El lobo por su parte tenía un hijo llamado Lobi Wobi; un lobo de 12 años, grande,
fuerte, con gafas, miedoso y casi no soplaba como el papá, pero un maldito genio
para jugar con canicas. Resulta que en la escuela hicieron un campeonato, y como
era de esperarse, en la semifinal estaban los tres cerdos y Lobi Wobi. - No es porqué
sea está historia, en realidad jugaban mucho. La verdad es que el campeonato tenía 5
participantes y uno faltó por no tener dedos. Inexplicable el por qué se inscribió.
Era la semifinal, el cerdo de paja contra el de concreto y el de no sé qué pinche
mamada y nuestro querido y amado Lobi Wobi. El cerdo le ganó al de paja y Lobi
Wobi solo sacó una garra y volvió loco al pinche cerdo perezoso.
Había llegado la final, estaba el cerdo de concreto, que en la otra historia había
salvado a sus hermanos y estaba Lobi Wobi, el hijo del lobo soplador tumba casas. La
verdad ganó Lobi Wobi, lo quería decir desde el principio, pero los cerdos son malos
hasta para jugar canicas, solo quería meter un poco de suspenso. Así terminó.
Amores que crecieron pasando el milenio
Amores que crecieron pasando el milenio
Todas las historias de amor comienzan con una mirada, un add en alguna red social o
con el famoso "te presento a mi amig@". Tal vez la mía fue distinta o por lo menos no
comenzó por ahí. Cursaba décimo grado en un colegio de curas, aunque suene raro,
a veces es peor que cualquier otro colegio, cabe resaltar que llegue en sexto grado y
que no me hicieron cara de muy buenos amigos. - Continuemos para lo que en
realidad empecé a escribir este texto.
Estaba en décimo y escuchaba bandas de rock como Ekymosis, Enanitos Verdes, Fito
Páez, Caifanes y otros genios dueños del Rock en español de esa época y creo que
del rock de siempre. Compraba mis cds en una tienda pirata en el centro de Bogotá y
los guardaba en la popular "Biblia". Esta parte es importante contarla, ya que, así fue
como me enamoré y enamoré, o eso creo que hice.
Sentado en la esquina de un parque clase media alguna tocó mi hombro y me
preguntó:
- ¿tienes fuego?
Miré hacia arriba y estaba ella, una mona de ojos azules, huecos en las mejillas,
mirada penetrante y parecía algo loca. Entre el cruce de palabras supe que amaba
tanto a Fito Páez como yo; solo con eso ya éramos el uno para el otro. - Eso decía
aquel adolescente de 15 años.
Los días pasaron y ahora sí, las miradas y los adds en redes sociales no se hicieron
esperar, aún tenía la costumbre de llamarla a su casa y arriesgarme a que contestará
su padre, al que anhelaba que fuera mi suegro. Horas enteras frente a un
computador, palabras lindas, palabras románticas y hasta palabras mojadas.
La verdad es que todo fluyo, nos vimos, nos besamos, nos enamoramos, cantamos
juntos, reíamos juntos; hasta que sí, aparece el pretty boy que es mil veces más
guapo y churro que tú.
Lo bueno es que él no la hizo reír tanto como lo hice yo.
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